abril 17, 2014

Otros problemas de redacción: vaguedad, empobrecimiento, oscuridad y anacolutos

Esta semana vamos a continuar con el frente abierto que dejé en mi última entrada de corrección, de forma que terminaré de exponer los problemas de redacción en los que todo el mundo puede caer en algún momento y con los que todo corrector o correctora se topará muy a menudo en su trabajo. Así pues hoy hablaré de la oscuridad en la redacción, de los anacolutos, de la vaguedad léxica y del empobrecimiento. Estad atentos, porque estos aspectos son los que diferencian un buen escrito de uno malo.
Comenzaré por los anacolutos, recurso estilístico que sirvió a nuestros clásicos de la literatura española en sus grandes obras, pero que hoy por hoy debemos evitar a toda costa. Un anacoluto es la unión de dos oraciones para crear una, que por separado están escritas de forma correcta, pero que al unirlas para formar solo una obtenemos un enunciado con una estructura sintáctica incorrecta. La sintaxis, como todo el mundo sabe en mayor o menor medida, es el conjunto de reglas que nos explican cómo debemos construir una oración de forma correcta. Por tanto, quien pretenda corregir un texto ha de estar muy atenta o atento a la sintaxis para solucionar este tipo de errores que son, como digo, más frecuentes de lo que creemos. Sin embargo, esta clase de errores pueden o deben pasarse por alto cuando el texto quiere reflejar un lenguaje coloquial, ya que los anacolutos están más vivos en nuestro lenguaje de lo que podemos pensar. Por ejemplo, si en una novela, un cuento o una obra teatral nos encontrásemos con que un personaje presenta uno o varios anacolutos en sus intervenciones tenemos que pensar hasta qué punto es o no un error de la autora o autor, o ha sido de forma pretendida para darle más realismo a su personaje. Esto solo lo podemos saber teniendo muy presente el tipo de obra, el estilo de la misma y a los personajes o el personaje en cuestión.

Otro de los fallos de redacción, en el que, en mi opinión y experiencia como correctora, más caen los escritores, es la vaguedad semántica. Pero, antes de nada, quisiera explicar que por semántica nos referimos al significado y al sentido de los términos y expresiones. Pues bien, en muchas ocasiones los escritores o escritoras saltan por alto cierta información que provoca la indeterminación semántica, es decir, de sentido o significado en una palabra o un enunciado. Y muy de la mano de la vaguedad nos encontramos con la oscuridad en la redacción, a la que también se la conoce como anfibología. La anfibología consiste en el uso de términos o expresiones que pueden tener un doble significado o que por cómo se han colocado sus elementos puede dar lugar a diversas interpretaciones. En ambos casos la solución siempre puede ser la reconstrucción del enunciado o el cambio de alguno de sus elementos por otro con un significado más preciso. Aunque en este caso, como en el anterior, debe tenerse en cuenta la intención del escritor o escritora. Todo buen corrector o correctora sabe que existe una regla en el proceso de corrección que está por encima de todas las demás: nunca ha de olvidarse el estilo y la intencionalidad de la autora o autor del texto que estamos corrigiendo. Así pues, si nos encontramos con alguna vaguedad léxica o con alguna anfibología debemos preguntarnos hasta qué punto es o no algo buscando por su autor o autora, ya que en muchas ocasiones son recursos pretendidos, bien porque son aspectos que se pretende desvelar a lo largo de la obra, bien porque quien ha escrito el texto considera que carecen de importancia y que este fallo más bien juega el papel de recurso, proporcionando cierto misterio a su escrito. Sin embargo, en estos casos también es tarea de quien corrige la obra ver si ha sido conseguido con maestría o, por el contrario, no ha sobrepasado la línea del error de redacción.

Para finalizar con la entrada de hoy voy a hablar del empobrecimiento, la última de estas faltas en la redacción que quedan por comentar y la que suele considerarse como la peor de todas ellas. El empobrecimiento suele entenderse como sinónimo de falta de cultura por parte de la autora o autor. Este se refleja en un escrito a través de un lenguaje monótono, repetitivo y pobre, en el que se usa un número muy limitado de sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios. Quien quiera ser una buena o un buen escritor debe no solo enriquecer su léxico, sino aprender a utilizarlo con propiedad. Esto es, sin duda alguna, lo que puede hacer que un texto sea de calidad o que carezca de interés, porque no podemos olvidar que una obra literaria no es simplemente lo que pretendemos expresar, sino también (y en muchos casos principalmente) cómo lo expresamos. 

1 comentario:

  1. La sintaxis y yo no...que mal se me daba a mí la Lengua en el instituto...ainsss! Tenía que haber estado más atenta.
    Me apunto lo del lenguaje monótono ;-)
    Besos

    ResponderEliminar