mayo 01, 2014

La redundancia

El idioma español tiende en gran medida a lo que se conoce como redundancia o pleonasmo, que consiste en que en una oración se añade una palabra o expresión que no aporta nueva información, ya que su significado aparece en la oración; o, dicho de forma más llana, la redundancia es la repetición de una expresión o palabra con un significante (o forma) distinto en una misma oración. Las redundancias pueden ser más o menos visibles para las lectoras y lectores, y, de igual modo, para quienes escriben y su corrector o correctora. Digamos que hay pleonasmos que pasan más desapercibidos que otros. Un claro ejemplo de pleonasmo lo encontramos en numerosas ocasiones en la prensa a propósito de cuestiones políticas: «Los diputados aprobaron por total unanimidad la nueva ley». En este caso decir «total» cuando decimos «unanimidad» es caer en una redundancia, ya que el término «unanimidad» ya lleva intrínseco en él el significado de total.
Sin embargo, no todos los pleonasmos son incorrectos. El uso de la lengua ha hecho que ciertas expresiones del tipo «bajar abajo» resulten adecuadas. Obviamente en la oración «Baja abajo a tirar la basura» se repite la idea de bajar, pero, en este caso, estamos ante una redundancia correcta que no debe corregirse, o, al menos, no tiene por qué. Y, aunque no nos demos cuenta, esta clase de expresiones repetitivas abundan en nuestro idioma, aunque su repetido uso a lo largo de la historia de la lengua española ha hecho que estos enunciados nos resulten naturales.
De todas formas, es mayor el número de redundancias incorrectas que nos podemos encontrar como correctores y lectores, ya que a menudo los pleonasmos en los que caemos a la hora de escribir son muy sutiles y difícilmente detectables. Una lectura en la que podemos encontrarlos de forma fácil es, como ya he mencionado, en la prensa, y, sobre todo, en la relacionada a temas políticos. No sabría muy bien cuál es la razón, aunque supongo que las y los periodistas caen en estos errores en el afán de mostrar un lenguaje correcto y muy formal al mismo tiempo que pretende hacer llegar su mensaje a cualquier tipo de lector o lectora. Aunque, en realidad, cualquier persona puede caer en estos fallos del lenguaje, ya que, insisto, a veces pueden ser muy sutiles. Un ejemplo de esto es la doble negación, es decir, encontrar «no» y «tampoco» en un mismo enunciado, o en expresiones del tipo «período de tiempo», donde el término «período» ya hace referencia al tiempo.
Por otra parte, hay redundancias que, aunque no son errores en sí mismas, evitarlas ayuda a la elegancia del lenguaje. Por ejemplo, en expresiones como «querer manifestar», «opinar», «desear expresar», etc., evitar el uso del pronombre es preferible (mejor «opino que» en lugar de «yo opino que»). De igual modo, es más adecuado no utilizar el artículo determinado «un» cuando nos referimos a meses o años seguidos de la palabra «medio», por ejemplo, en el enunciado «Hace un año y medio que vive aquí» sería más correcto decir «Hace año y medio que vive aquí». Sin embargo, en estos casos la otra opción no es incorrecta, aunque, como digo, es preferible evitarla.

Y hasta aquí la entrada de esta semana. Tened mucho ojo con las sutiles redundancias. 

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