El
idioma español tiende en gran medida a lo que se conoce como redundancia o pleonasmo,
que consiste en que en una oración se añade una palabra o expresión que no
aporta nueva información, ya que su significado aparece en la oración; o, dicho
de forma más llana, la redundancia es la repetición de una expresión o palabra
con un significante (o forma) distinto en una misma oración. Las redundancias
pueden ser más o menos visibles para las lectoras y lectores, y, de igual modo, para quienes escriben y su corrector o correctora. Digamos que hay pleonasmos
que pasan más desapercibidos que otros. Un claro ejemplo de pleonasmo lo
encontramos en numerosas ocasiones en la prensa a propósito de cuestiones
políticas: «Los diputados aprobaron por total unanimidad la nueva ley». En este
caso decir «total» cuando decimos «unanimidad» es caer en una redundancia, ya
que el término «unanimidad» ya lleva intrínseco en él el significado de total.
Sin
embargo, no todos los pleonasmos son incorrectos. El uso de la lengua ha hecho
que ciertas expresiones del tipo «bajar abajo» resulten adecuadas. Obviamente
en la oración «Baja abajo a tirar la basura» se repite la idea de bajar, pero,
en este caso, estamos ante una redundancia correcta que no debe corregirse, o,
al menos, no tiene por qué. Y, aunque no nos demos cuenta, esta clase de
expresiones repetitivas abundan en nuestro idioma, aunque su repetido uso a lo
largo de la historia de la lengua española ha hecho que estos enunciados nos
resulten naturales.
De
todas formas, es mayor el número de redundancias incorrectas que nos podemos
encontrar como correctores y lectores, ya que a menudo los pleonasmos en los
que caemos a la hora de escribir son muy sutiles y difícilmente detectables.
Una lectura en la que podemos encontrarlos de forma fácil es, como ya he
mencionado, en la prensa, y, sobre todo, en la relacionada a temas políticos.
No sabría muy bien cuál es la razón, aunque supongo que las y los periodistas
caen en estos errores en el afán de mostrar un lenguaje correcto y muy formal
al mismo tiempo que pretende hacer llegar su mensaje a cualquier tipo de lector
o lectora. Aunque, en realidad, cualquier persona puede caer en estos fallos
del lenguaje, ya que, insisto, a veces pueden ser muy sutiles. Un ejemplo de
esto es la doble negación, es decir, encontrar «no» y «tampoco» en un mismo
enunciado, o en expresiones del tipo «período de tiempo», donde el término «período»
ya hace referencia al tiempo.
Por
otra parte, hay redundancias que, aunque no son errores en sí mismas, evitarlas
ayuda a la elegancia del lenguaje. Por ejemplo, en expresiones como «querer
manifestar», «opinar», «desear expresar», etc., evitar el uso del pronombre es
preferible (mejor «opino que» en lugar de «yo opino que»). De igual modo, es más
adecuado no utilizar el artículo determinado «un» cuando nos referimos a meses
o años seguidos de la palabra «medio», por ejemplo, en el enunciado «Hace un año
y medio que vive aquí» sería más correcto decir «Hace año y medio que vive aquí». Sin embargo, en estos casos la otra opción no
es incorrecta, aunque, como digo, es preferible evitarla.
Y
hasta aquí la entrada de esta semana. Tened mucho ojo con las sutiles
redundancias.
Yo estoy llena de redundancias y abuso de los pronombres... Ay, qué mal!!! Buen artículo
ResponderEliminarComo siempre, una entrada muy útil :)
ResponderEliminarMuy buena, sí señor.
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